El ‘superpower’ de Paola

Por Janina Pérez Arias, 12/6/2018

Paola Gaviria, la creadora de la película animada "Virus tropical" nos contó todo acerca del proceso de pasar su obra a la pantalla grande y empoderar a su personaje más importante: ella.

Ilustraciones: Cortesía Power Paola - Foto:

PowerPaola (Paola Gaviria) creció entre dos tierras que la han marcado como persona y artista: Colombia y Ecuador. Ambas alimentaron su creatividad y le dieron las herramientas para que a través de una pluma creara historietas, la mayoría de las veces muy personales, en las que explora el dibujo y la narración.

Hace cinco años publicó una novela gráfica de doce capítulos,Virus tropical, en la que cuenta desde su nacimiento hasta su adolescencia.Recientemente, la obra saltó del papel para convertirse en una película de animación; su película.

La cinta (dirigida por Santiago Caicedo) tuvo su estreno europeo en el Festival Internacional de Cine de Berlín. Allí, FUCSIA habló con ella, quien, aún emocionada con la acogida del público y de la crítica, nos contó del desarrollo de este proyecto, de cómo es ver pasar su vida en la gran pantalla y la manera en que descubrió el poder de su alter ego.

FUCSIA – Al parecer Virus tropical tenía la receta perfecta para el desastre: animación, blanco y negro, coming-of-age. ¿Cómo se hace una gran película contra todo pronóstico?

Power Paola (P. P.): (Se ríe) Creo que son las ganas, el deseo de realizarla y de no creer que hay que hacer cosas que se vendan. Por algo decidimos ser artistas... para poder desarrollar proyectos que nos den ganas. La vida es muy corta para dedicarse siempre a crear para otros y como ellos quieren, o como pensamos que los demás quieren. Consumo muchas novelas, voy al cine, me encanta asistir a conciertos y las cosas que me interesan no son tan comerciales y sí más bien experimentales; debe haber entonces un montón de gente que también tenga deseos de ver cosas distintas.

F – ¿Hay algo de la novela gráfica que se inventó o es ciento por ciento autobiográfica?

P. P.: Es ciento por ciento autobiográfica. Obviamente que al narrarse uno mismo termina siendo ficción, porque si le preguntas a mi hermana, por ejemplo, tiene otra idea de lo que fue nuestra familia o de la relación con nuestro padre. Cada persona arma su historia a su antojo, pero para mí esta es ciento por ciento real.

F – ¿Cómo es plasmar sobre papel la interpretación de su vida?

P. P.: Es un trabajo que cada vez me gusta más. Es muy interesante porque me cuesta mucho ser consciente de todo lo que me pasa, de lo que estoy viviendo, y la única manera de entenderlo es volviéndolo algo creativo, materializarlo, ponerlo sobre papel… Ahí es cuando me digo, “¡ah, no era tanto el drama! ¡Así es la vida!”. Al dibujarlo me doy cuenta de que todos los seres humanos pasamos por lo mismo.

F – ¿Qué tanto cambia ver Virus tropical en cine y, además, con público?

P. P.: Es otra cosa; es algo muy fuerte... ¡Es un montón de emociones encontradas! Por suerte está el dibujo, que hace que tenga distancia, como que no soy yo, y eso me salva. Cuando haces un libro no sabes en qué momento ni dónde va a ser leído; en cambio, en este caso hay un montón de gente abstraída en estas imágenes durante más de una hora. Eso es algo que aún no he decantado y el estreno en Berlín fue muy emocionante.

F – Sin embargo, a Santiago Caicedo (el director) le costó mucho convencerla. ¿Por qué lo pensó tanto?

P. P.: Me daba algo de miedo, aunque Santiago exagera (se ríe). Anteriormente me habían propuesto hacer una película, pero con actores de verdad, y sabía que no quería que se diera porque deseaba que fuese con dibujos. Cuando Santiago me lo propuso, pensé que era la persona ideal. Primero porque le tengo toda la confianza del mundo, siento que me respeta a mí y a mi trabajo, que es cuidadoso y superético, y además entiende mi estética y aquello que me interesa; compartimos un montón de cosas: somos de la misma generación, estudiamos artes plásticas, conoce Cali… Santiago era muy cercano y tenía que ver con la historia. Todas las personas con las que trabajé en la película formaban parte de mi familia de una u otra forma. Pero sí, me daba susto porque cuando me lo propuso me parecía muy difícil que sucediera, siendo una película de animación en Colombia.

F – ¿Cómo fue resumir doce capítulos de la novela gráfica en una película?

P. P.: Esa fue una decisión del guionista Enrique Lozano, quien es mi exesposo, conoce a mi familia, fuimos novios desde los 22 años y está al tanto de la historia. Como es escritor y dramaturgo, cuando estaba haciendo la novela gráfica me aportó mucho; fue mi primer lector. Era la persona ideal para hacer el guion, tuvo la libertad de basarse en la novela pero pudo hacer su trabajo. Al aceptar la película le entregué al equipo los personajes y la historia porque había mucha confianza, pero obviamente tuve voz y voto.

F – Al tomarse cinco años este proyecto cinematográfico, ¿cree que el tiempo jugó a favor o en contra?

P. P.: Si hubiera querido la película ideal, hacerla tomaría unos 15 años (risas). Había una presión de tiempo y como decía Santiago, “lo más difícil es terminar”. Siempre hay cosas que quieres cambiar, agregar, quitar… El proceso fue de crecimiento; como para todos era la primera película, íbamos aprendiendo en el camino, igual que el personaje iba aprendiendo a vivir la vida. Entonces todo estaba muy relacionado.

F – ¿Cómo fue que Paola Gaviria descubrió el poder de PowerPaola?

P. P.: El nombre no me lo puse yo. Fue todo un bautizo. Vivía en Francia en 2003, tenía un novio francés, llevaba una semana en París y no hablaba el idioma. Un día fuimos a una fiesta y vi que mi novio se estaba besando con otra chica. Me fui llorando, me monté en el metro y terminé perdida a las tres de la mañana. Cuando por fin di con el metro correcto, un señor africano se sentó a mi lado y me preguntó mi nombre. Le dije que me llamaba Paola y me contestó “power”; le repetí mi nombre varias veces y él insistía con “power”; se lo escribí en el tiquete del metro y él me quitó el bolígrafo y me escribió “Power”. Ahí le di la vuelta a la situación: me sentí completamente libre. Con tantas cosas que habían pasado en mi vida, en ese momento me dije que haría el París que siempre había deseado hacer, como comprarme unos patines, ponerme a dibujar… Con la palabra que me escribió ese señor, me empoderé. Con los años, escribiendo mi biografía para un libro, caí en cuenta de que era hija de una madre vidente y de un padre exsacerdote, y en todo eso también hay poderes (se ríe). Soy una persona superinsegura, muerta del susto, pero ese personaje, el de PowerPaola, me ayudó a entender que con lo que tengo puedo hacer un montón de cosas.

F – ¿Cree que su trabajo puede contribuir a que las mujeres creamos de una vez por todas en nuestros poderes?

P. P.: ¡Me encantaría que fuera así! Todas las mujeres que veo a mi alrededor son unas duras: atienden a sus hijos, están pendientes de sus casas y al mismo tiempo dibujan... ¡Hacen de todo! Sin embargo, son inseguras. Ahí es cuando me pregunto: ¿cómo puede ser que sigamos creyéndonos que no podemos? Tenemos un mandato que nos dice que no valemos, pero las mujeres somos muy fuertes, muy resistentes. Hay que dejar de creer en cuentos, empezando por el de que los hombres nos van a salvar. ¡Eso no es así! Nadie nos va a salvar. ¡Jamás! No nos podemos convencer de todo lo que nos dicen.

F – Las historietistas Maitena y Moderna de Pueblo están muy en sintonía con usted y su trabajo, ¿cómo ve el éxito que están teniendo las mujeres en el mundo del cómic?

P. P.: Maitena es muy buena amiga mía, la quiero mucho, es mi guía espiritual, es una mujer increíble y muy poderosa que me enseña cosas todos los días. La verdad es que con ella he aprendido que tienes que hacerte caso, seguir tu intuición, dejar de creer en lo de afuera y escucharte, hacer lo que quieres. No sé si el camino es hacer historietas o cuadros o empanadas, lo que sea, pero hay que lograr creer en nosotras mismas y ser independientes. El camino correcto es emanciparse, no solo económicamente hablando, también librarse de todos esos lazos que nos dictan cómo debemos ser..

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