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Los espíritus del agua de Venuz White en exclusiva para FUCSIA
La bogotana ha explorado todos los medios posibles para expresar su arte. Ahora trabaja con agua de páramo con el fin de que los espíritus de la naturaleza se revelen. Entrevista.
Venuz White busca a los espíritus del agua. Lleva a la reserva natural El Zoque dos elegantes vasijas de vidrio y plata creadas por ella para contener, como un útero, el milagro. Recolecta el agua del páramo, prístina, llena de vida, y la lleva a su espacio de trabajo para usarla en un largo ritual de vibraciones y mantras, en el que intervienen instrumentos como el gong y grabaciones védicas muy antiguas.
Venuz White, en la reserva natural ‘El Zoque‘ en Guasca (Cundinamarca), recolecta agua de páramo en una vasija de vidrio y plata diseñada por ella. (Foto: Patricia Castellanos)
Deja que el sonido se instaure en el agua y pide que se revelen los seres de la naturaleza. Pueden pasar entre ocho y nueve horas. Baña papeles de algodón con el agua vibrada y, a través de la pintura, con pigmentos naturales y sintéticos, con limaduras de pierdas o carbón, intenta asir a los espíritus. Y ahí parecen estar. Con sus formas simétricas, a veces florales. Con sus rostros misteriosos.
FUCSIA habló con la bogotana sobre su obra más reciente, ‘Revelaciones del espíritu de la naturaleza‘, y sobre su manera personal de expresar y vivir el arte.
¿De dónde surge su devoción por los páramos y el agua?
Venuz White (V. W.): Nació hace casi una década, cuando terminé sembrando cuarzos con los mamos en la Sierra Nevada de Santa Marta para recuperar una cascada que estaba seca; meses después brotó el agua y ahí me conecté profundamente con esa fuente de vida. A los páramos llegué tiempo después: vivía en un sitio cercano al páramo, donde la lluvia y el agua del rocío me llevaron a conocer los frailejones y su inmenso poder.
¿Cómo encontró el camino del ritual que trae los espíritus del agua?
V. W.: Surgió del encuentro con los sonidos devocionales, los mantras y mi interés después de conocer a Masaru Emoto y su investigación sobre los mensajes del agua, en la que describía y evidenciaba científicamente cómo la vibración de la palabra y el sonido la afectaban de manera molecular. Después llegué intuitivamente a los cristales de cuarzo, que afectan al agua con sus vibraciones después de dejarlos sumergidos durante varios días. Pensé que a través de esos sonidos y del conocimiento ancestral de nuestros territorios, donde el canto siempre ha estado asociado a la conexión con las fuerzas de la naturaleza, podría hacer que los espíritus se revelaran mediante el agua.
Con el agua del páramo, vibrada durante unas ocho horas, la artista baña el papel de algodón, que luego interviene con pigmentos para asir los espíritus. (Foto: Patricia Castellanos)
¿Qué le susurra al agua?
V. W.: Mantras que se cantan de manera tradicional, palabras que invitan a que esa energía natural se muestre.
Usted dice que les ha pedido a otras personas participar del ritual, pero no consiguen revelar el espíritu. ¿Qué les falta?, ¿devoción?
V. W.: Creo que todos potencialmente pueden hacerlo, pero la diferencia es qué tan conectado se esté con ese hacer, con la devoción y con el acto de reconocer y venerar la vida oculta y la fuerza que tiene la naturaleza.
Usted utiliza elementos inasibles de la naturaleza como insumos de su obra: el aire, el agua, el fuego, las ondas, el tiempo… ¿Por qué?
V. W.: Porque todo lo efímero deja huella, porque estamos hechos de muchos niveles de energía aparentemente inmanifiesta, pero profundamente vital.
Usted es una artista, pero hay algo más... ¿Es una especie de pitonisa, de mística?
V. W.: Creo que todos los artistas y creadores en potencia son místicos porque dan vida a sus ideas desde otras dimensiones. A mí me interesa crear desde un plano sutil, cósmico, aparentemente intangible, podría decirse espiritual, pero al mismo tiempo humano, donde cuentan la armonía y la belleza de las formas en su manifestación final.
Y también tiene algo de alquimista. ¿Cuál es su hallazgo más bello?
V. W.: Creo que es una alquimia poética. Uno de los hallazgos fue mi obra ‘Vaho‘, cuya técnica es soplar burbujas cargadas de pigmento que, cuando explotan, dejan huella. Es hermosa. Visibiliza la huella del aire, de la respiración, de esta esencia que nos permite estar vivos, del aliento de vida como una metáfora del amor.
Además diseña telas y objetos…
V. W.: A partir de ‘Momentum‘, una obra inmersiva instalada en un ventanal de 10 x 30 metros, fotografié la tensión entre pigmentos y diferentes líquidos y la imprimí en papel traslúcido, que después adherí a las ventanas. Quería hacer una obra que se pudiera relacionar con otros públicos. De ahí surgió ‘Bawoa (Be a Work of Art)‘, el arte con el que se puede habitar en los espacios, en los textiles, en la iluminación, y quien lo lleva consigo se convierte en un amplificador, en una galería viva.
¿El arte para qué?
V. W.: Para inspirar, para despertar, para manifestar, para unificar.
¿A dónde quiere llegar con su obra de los espíritus del agua?
V. W.: A generar conciencia respecto a que el agua es un elemento vivo.
¿Arte y conciencia ecológica o ambiental están cada vez más cerca?
V. W.: La naturaleza siempre ha sido una fuente de inspiración para pintores, escritores, músicos, cineastas… Hoy existe un gran interés porque estamos destruyéndola de manera acelerada, porque estamos desconectados de la fuente natural y tan mediatizados que pensamos que resistirá el abuso humano. Mucha gente está despertando y creando acciones concretas. Yo, desde el arte, busco hacer un homenaje que inspire, que recuerde que en el agua se encuentra la naturaleza misma.
La única obra de White que se puede ver actualmente es esta: ‘Semilla de luz‘, hecha con vidrio reciclado y que emula una planta de cacaco. Está en FLORA ars+natura, en la Zona T de Bogotá.