Donde nace la quinua
Revista FUCSIA, 19/8/2014
La quinua parece ser la nueva revolución alimentaria en el mundo, en virtud de su alto valor proteico y nutritivo. Vicente Contreras, quien cultiva esta semilla en Guatavita, busca devolverle el lugar que tenía entre nuestros ancestros.
Ignoramos el contenido de los alimentos, desconocemos su procedencia, pocas veces leemos las etiquetas y cuando nos arriesgamos a hacerlo solo buscamos el consabido dato de las calorías. Esa desidia acerca de las cosas que nos llevamos a la boca y esa confianza en que el arroz, la carne, el tomate y las fresas que hemos comido toda la vida son igual de buenas que antes, están contribuyendo a que el mundo se enferme, porque lo que estamos consumiendo es, literalmente, veneno. Esta no es una consigna cargada de tintes radicales ni hippies; para el antropólogo y musicólogo Vicente Contreras es más bien una verdad a la que el mundo no parece hacerle mucho caso.
Después de trasegar exitosamente por la vida académica, este amante del campo empezó a interesarse en los cultivos que crecían en los alrededores de una finca familiar en la zona de Guatavita. Su acercamiento de primera mano al mundo agrícola lo llevó a descubrir prácticas que lo inquietaron y que le fueron revelando cómo el uso de pesticidas no solo estaba envenenando el suelo y las fuentes hídricas aledañas sino que, además, los campesinos se estaban enfermando. Esto lo llevó a obsesionarse por saber con mayor claridad qué estaba comiendo, y por implementar modelos agrícolas más benévolos para todos. En esa búsqueda, que emprendió de la mano de la comunidad indígena de la zona, se encontró con el “grano de oro” o quinua.
“La colonización, que se hizo en parte destruyendo templos indígenas y cambiando a los dioses paganos por la imaginería cristina, hizo que la quinua, que era considerada sagrada por sus propiedades, fuera condenada al exterminio. En Colombia, las únicas zonas donde sobrevivió esta semilla fueron territorios muy montañosos en los que los españoles no pudieron penetrar tanto”, cuenta Vicente.
Este alimento milenario, que parece conquistar hoy los mejores restaurantes del mundo y las despensas de todas aquellas personas que buscan una alimentación más sana, fue redescubierto por la NASA hace casi dos décadas, toda vez que lo consideró un alimento eficiente e ideal para los astronautas por su contenido proteico –entre 14 y 18 por ciento, una cantidad poco convencional en un grano– y su alta resistencia. “Es integral, no presenta toxinas ni grasas, tiene fibra, minerales, no tiene gluten, es de fácil asimilación y expulsión. Bien almacenada puede durar décadas, por eso, cuando los indígenas se movían y viajaban durante meses llevaban consigo un alimento de alta calidad, que no se descomponía. Además, se defiende muy bien contra las plagas y requiere poca agua”, explica Vicente, quien empezó a crear con la comunidad un plan de cultivo de quinua atendiendo técnicas ancestrales.
Considerada por los incas como “la madre de todas las semillas” y valorada por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura por su alto contenido en minerales y vitaminas, así como por su almidón de bajo índice glicémico y alto porcentaje de fibra, la quinua, que es un pseudocereal, apenas empieza a ser cultivada en el país: “No deben existir más de 600 hectáreas”, dice sorprendido Contreras, mientras señala que en condiciones similares Bolivia concentra casi el 46 por ciento de la producción mundial del grano, Perú el 42 por ciento, y Estados Unidos ostenta el tercer lugar.
“La nutrición moderna se ha ido dando cuenta de las propiedades de los nutrientes tradicionales antiguos, y ha redescubierto los grandes valores nutricionales de la quinua y otros productos que también van a ser muy apetecidos como el amaranto, la chía y la semilla del cáñamo. Al reemplazar la vieja idea de que lo importante son las calorías por la consigna de que lo que verdaderamente importa es la densidad nutricional, se han encontrado superalimentos como la quinua, que además de su altísimo valor proteico le envía rápidamente al hipotálamo una señal de saciedad, lo que no suele pasar con los productos light”, explica Ana Muriel, coach en bienestar y creadora de programas de nutrición individual para mujeres embarazadas, deportistas o personas con sobrepeso.
Desde 2006, la integración asombrosa de la quinua a la dieta de personas de todo el mundo se ha incrementado de tal manera que incluso los países productores tienen problemas para mantener los precios razonables del grano dentro de su territorio, donde constituyen un alimento fundamental para la mayoría de la población.
Ante la demanda del grano de oro, Vicente y varios miembros de la comunidad de Sesquilé y Guatavita no solo se han enfocado en los cultivos y en asesorar la siembra de nuevas plantaciones de esta semilla, sino que se han concentrado en desarrollar productos que permitan integrarla más fácilmente a la gastronomía nacional, como la arepa de quinua, el arequipe, de sabor similar al que hacían las abuelas, hamburguesas, malteadas, galletas, chocolates, hojuelas y harina, artículos que se pueden comprar en la tienda on-line Lahicotea.com y que parecen evidenciar que nuestra tierra y nuestros antepasados pueden enseñarnos muchas cosas acerca de cómo comer mejor.
Después de trasegar exitosamente por la vida académica, este amante del campo empezó a interesarse en los cultivos que crecían en los alrededores de una finca familiar en la zona de Guatavita. Su acercamiento de primera mano al mundo agrícola lo llevó a descubrir prácticas que lo inquietaron y que le fueron revelando cómo el uso de pesticidas no solo estaba envenenando el suelo y las fuentes hídricas aledañas sino que, además, los campesinos se estaban enfermando. Esto lo llevó a obsesionarse por saber con mayor claridad qué estaba comiendo, y por implementar modelos agrícolas más benévolos para todos. En esa búsqueda, que emprendió de la mano de la comunidad indígena de la zona, se encontró con el “grano de oro” o quinua.
“La colonización, que se hizo en parte destruyendo templos indígenas y cambiando a los dioses paganos por la imaginería cristina, hizo que la quinua, que era considerada sagrada por sus propiedades, fuera condenada al exterminio. En Colombia, las únicas zonas donde sobrevivió esta semilla fueron territorios muy montañosos en los que los españoles no pudieron penetrar tanto”, cuenta Vicente.
Este alimento milenario, que parece conquistar hoy los mejores restaurantes del mundo y las despensas de todas aquellas personas que buscan una alimentación más sana, fue redescubierto por la NASA hace casi dos décadas, toda vez que lo consideró un alimento eficiente e ideal para los astronautas por su contenido proteico –entre 14 y 18 por ciento, una cantidad poco convencional en un grano– y su alta resistencia. “Es integral, no presenta toxinas ni grasas, tiene fibra, minerales, no tiene gluten, es de fácil asimilación y expulsión. Bien almacenada puede durar décadas, por eso, cuando los indígenas se movían y viajaban durante meses llevaban consigo un alimento de alta calidad, que no se descomponía. Además, se defiende muy bien contra las plagas y requiere poca agua”, explica Vicente, quien empezó a crear con la comunidad un plan de cultivo de quinua atendiendo técnicas ancestrales.
Considerada por los incas como “la madre de todas las semillas” y valorada por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura por su alto contenido en minerales y vitaminas, así como por su almidón de bajo índice glicémico y alto porcentaje de fibra, la quinua, que es un pseudocereal, apenas empieza a ser cultivada en el país: “No deben existir más de 600 hectáreas”, dice sorprendido Contreras, mientras señala que en condiciones similares Bolivia concentra casi el 46 por ciento de la producción mundial del grano, Perú el 42 por ciento, y Estados Unidos ostenta el tercer lugar.
“La nutrición moderna se ha ido dando cuenta de las propiedades de los nutrientes tradicionales antiguos, y ha redescubierto los grandes valores nutricionales de la quinua y otros productos que también van a ser muy apetecidos como el amaranto, la chía y la semilla del cáñamo. Al reemplazar la vieja idea de que lo importante son las calorías por la consigna de que lo que verdaderamente importa es la densidad nutricional, se han encontrado superalimentos como la quinua, que además de su altísimo valor proteico le envía rápidamente al hipotálamo una señal de saciedad, lo que no suele pasar con los productos light”, explica Ana Muriel, coach en bienestar y creadora de programas de nutrición individual para mujeres embarazadas, deportistas o personas con sobrepeso.
Desde 2006, la integración asombrosa de la quinua a la dieta de personas de todo el mundo se ha incrementado de tal manera que incluso los países productores tienen problemas para mantener los precios razonables del grano dentro de su territorio, donde constituyen un alimento fundamental para la mayoría de la población.
Ante la demanda del grano de oro, Vicente y varios miembros de la comunidad de Sesquilé y Guatavita no solo se han enfocado en los cultivos y en asesorar la siembra de nuevas plantaciones de esta semilla, sino que se han concentrado en desarrollar productos que permitan integrarla más fácilmente a la gastronomía nacional, como la arepa de quinua, el arequipe, de sabor similar al que hacían las abuelas, hamburguesas, malteadas, galletas, chocolates, hojuelas y harina, artículos que se pueden comprar en la tienda on-line Lahicotea.com y que parecen evidenciar que nuestra tierra y nuestros antepasados pueden enseñarnos muchas cosas acerca de cómo comer mejor.